martes, 21 de junio de 2011

42

- ¿Crees?
- … ¿Qué?
- Que si crees.
- ¿En qué...? No sé... NO.
- Quizás sea hora de empezar a hacerlo...
 

La Voz flota a su alrededor. Le envuelve, llenándolo de calidez en el vacío infinito que se extiende en todas direcciones. ¿Cuánto tiempo lleva abandonado a la deriva, en la densa y fría negrura? No lo sabe. Tampoco le importa demasiado, mientras la Voz le acompañe. Así al menos no estará solo...

De repente, una luz, un destello apenas entrevisto... 

- Ve.
- ¿Cómo?
- Sólo hazlo...


Y lo hace. Poco a poco. 

Sorprendentemente, el esfuerzo resulta agotador, extenuante.

Pero lo hace.

La luz crece. Gana consistencia, tamaño e intensidad. Se acerca a ella. ¿O quizás la  está atrayendo hacia sí?

No lo sabe.

- ¿Eres tú?
- Sí... y no. Donde habito, el “yo” no existe tal y como lo conocéis. No te entretengas. Sigue - una nota de impaciencia vibra, por primera vez, en la hasta ahora inalterable Voz.


Duele, quema por dentro, pero sigue haciéndolo.

El remolino de formas y colores, desvaídos al principio, van adquiriendo solidez, como un recién nacido que, poco a poco, va ganando confianza en el arte del ser. Conforme crece, le llegan sonidos, olores, sabores...

Sabe que tiene que asomarse, penetrar en la luz. Ahí encontrará las respuestas... Pero, ¿respuestas a qué?, piensa.


- A todo - Responde La Voz con naturalidad.

A todo. Claro. Si consigue llegar, tendrá todas las respuestas. Lo entenderá.

TODO.

Incluso aquello que no sabe preguntar.

Debe acercarse. Entrar. Sumergirse en la luz.

- ¡Vamos! - le apremia La Voz - No te rindas ahora...


Duele. Algo se está desgarrando en su interior, a punto de quebrarse.


- ¡Sigue, ya casi estás!


Casi, sólo un poco más...

... Ya está...

...

Ya...

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