domingo, 26 de junio de 2011

Regreso a casa I

El caballo se detuvo en la cima de la loma y allí al fondo del altiplano se encontraba la capital del imperio. El jinete suspiro y una ligera sonrisa de satisfacción ilumino su rostro, Por fin en casa.

Los atares del destino la habían llevado muy lejos de esa ciudad, de su antigua vida y esa larga huida había terminado con su retorno a casa.

Al ir acercándose a las murallas exteriores descubrió algunos cambios. Jaulas en las que se pudrían humanos. La justicia del Emperador había cambiado por lo que veía. Más guardia, más control.

Entrego su documentación en la entrada. El joven guardia entro atropelladamente a la garita. El jinete pudo escuchar:
    • Pero señor , ¿hay que detenerla?.
    • Mira hijo, si se llega a presentar hace un mes te hubiera dicho que si. Ahora, yo que se. Que avisen al magistrado Hernandez y que el decida. Yo me lavo las manos, por que si la detenemos y luego resulta que ha sido convocada a la corte podemos acabar en las jaulas. Pero si la dejamos marchar, la reconocen paseando por las calles y no hemos informado a Palacio de su llegada....
    • Podemos acabar en las jaulas. Contesto el guardia tragando saliva.
El guardia salio de la garita fue hasta el jinete y sin entregarle la documentación le informo.
    • Señora, hay un pequeño problema con su documentación. Por favor desmonte y entre en la oficina.
    • Por supuesto, dijo la dama con voz dulce y tranquila.

Dejo el caballo al cuidado de un joven soldado y entro en la pequeña habitación que hacia las veces de oficina de aduanas. Al cabo de diez minutos apareció un señor obeso, sudoroso con cara de haber corrido la maratón.

  • Señora, saludo el magistrado haciendo una enorme reverencia. Soy el magistrado Hernandez es un placer volver a veros por la capital.
  • Gracias señor, pero que le ocurre a mis papeles, porque se me retiene.
  • Vera Señora hasta hace un mes había una orden de destierro hacia su ilustre persona.
  • ¿Como? ¿Destierro?, pero que narices esta diciendo, me fui de viaje y cuando regreso tengo una orden de destierro.
  • No se enfade señora la orden de destierro estaba firmada por la oficina de la Emperatriz.
  • Y ¿desde cuando la Emperatriz hace política en vez de dedicarse a ver que traje se pone y como gasta mas y mas de las arcas publicas.?
  • Las cosas cambiaron mucho tras su partida. Contesto con inmensa pena. Pero ahora están mejorando. Señora, le voy a dar permiso para entrar en la ciudad, con la condición que una vez se haya instalado en su mansión, se presente ante el Ministro Alvarez.  El decidira que medidas se toman. Por que la otra opción es detenerla, llevarla al calabozo y de allí al tribunal de justicia. Y sinceramente Señora, una dama como usted, no se merece ese trato. También le informo que sera custodiada por una guardia hasta su casa y su entrevista, tanto por su seguridad, como para cubrir el expediente.
  • Me parece una decisión muy sensata señor magistrado.
  • Gracias, bienvenida a casa y espero que tenga suerte. La hemos echado mucho de menos.

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