jueves, 3 de noviembre de 2011

Primer contacto (II)

II: El pueblo

Santa Catalina. Ese era el nombre.

Apenas un gargajo en el desierto.

Poco más 200 almas malvivían en una treintena de casuchas de adobe encaladas, que se apiñaban en torno a una vieja iglesia como buscando la absolución por los pecados cometidos. Porque algo habían tenido que hacer para ir a parar a semejante estercolero.

Eso fue antes de la mina de plata, claro.

Al poco de de abrirse, el pueblo empezó a florecer: casas nuevas, tiendas y, justo enfrente de la vieja iglesia, un Saloon con su piano, sus putas, sus jugadores de ventaja...

Incluso había quién decía que se estaba planeando traer el ferrocarril desde El Paso: el progreso había llegado a Santa Catalina.

Cuando los envíos de plata dejaron de llegar, el gobierno de la Unión mandó a un par de Rangers a investigar.

No habían vuelto a saber de ellos, y fue entonces cuando se decidió enviar a una columna de caballería: se temía que hubiese habido un nuevo levantamiento indio en la zona.

50 hombres buenos, la flor y nata del ejército de la Unión.

Eso fue hace menos de 30 horas.

Sólo él había sobrevivido.

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