lunes, 30 de mayo de 2011

Zapato

¡Zapato! - volvió a repetirse.

No había duda. Aquello era la huella de un enorme zapato. Lo mirase por donde lo mirase, el inspector Torrijos, de la unidad de vigilancia de costas de la benemérita en Cádiz, no veía otra explicación posible.

El hecho de que hubiera un pobre jipi despanzurrado en mitad de la huella, como si alguien hubiese jugado a enterrarlo en la arena, pero cambiando el cubo y la pala por una apisonadora industrial, no hacía sino dar más fuerza a la hipótesis. Torrijos no dejaba de pensar en cuántas veces se había rascado de la suela de su propio calzado insectos que tenían una asombrosa similitud con la de aquel tipo sucio y de barba descuidada que yacía retorcido y demadejado, como si hubiera querido saludar hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo, y no hubiera sabido por qué alternativa decidirse...

A su lado, el otro jipi no dejaba de lloriquear, coreado con verdadero sentimiento por un grupo de perros de la más variopinta calaña, hermanados todos, eso sí, por ese color parduzco e indefinible que es inherente a todo chucho perroflaútico que se precie.

A ver, señor, vuelva a empezar, que me he perdido - dijo Torrijos, haciendo un esfuerzo por abstraerse de bichos, perros y llantos.

Pos que vazé, zi ya ze lo contao duzientah vezeh a ustéh y a zus compañeroh: primero ze levantó niebla, una niebla der copón, no ze veía uno la shurra mientras meaba. Y yo venga a buscá ar Manué, que zabía quedao dormío endispués de unos vinitos y unos... sigarritos... usté mentiende, no? Aluego, er ruido eze metálico: Clon, Clon, Clon... y er zuelo dando retemblíos. Y las luzeh: doh, mu artas, pero junticas una ar lao de la otra como zi er faro ze hubiera eshao un colega y ze fuera de marsha con éh... y aluego... aluego er ruío CHAF! Y... Y er Manué no dijo ni mú...- Gruesos lagrimones resbalaban por la cara del pobre desgraciado, perdiéndose entre la pelambre hirsuta que ocultaba su rostro requemado por el sol.

Joder, va a ser un día muy largo - Pensó Torrijos...

Lunes

La puerta del ascensor se abrió y aquel maldito Lunes extendió su brazo desde el interior agarrándome por el hombro y haciéndome entrar bruscamente. Ajustó el nudo de mi corbata hasta que me faltó el aliento y me golpeó la espalda condescendiente.

- Ambos sabemos donde vamos, ¿verdad?. Dijo mientras pulsaba una gastada B en el panel.

- Llevas pensando en mi desde ayer, ni siquiera en tus días de descanso me olvidas. (Se ajusta los puños de la camisa).

Sus palabras dejan un fuerte olor a café y a tabaco rancio en el pequeño habitáculo. Lo miro de reojo y trato de ignorarlo pero el cabrón sonríe triunfal, ya estoy sudando, seguro que a media mañana tengo la camisa para tirarla.

Estoy a punto de decirle que le odio, que no debería de existir que le deseo una dolorosa agonía a medianoche y que ojala lleguen pronto los tiempos en los que Lunes no sea él, sea otro, alguien sin importancia, alguien que no te empuja cuando vas tarde, que no te hace odiar al que conduce delante de ti, que por su culpa tengo sueño y que soy peor persona cuando esta cerca.

Hay un breve silencio en mi cabeza y sin dejar de mirar la puerta del ascensor, Lunes se agacha un poco hasta quedar cerca de mi oído.

- Te voy a contar un secreto: Yo soy el que asfixia tu tiempo, el que te encarga las tareas ingratas, el que mina tus ánimos, el que agria tu carácter, soy el caudillo de los despertadores, el duque de la acidez a media mañana, el dolor en tu espalda, el tirano que impone su voluntad y sin embargo...sin embargo cuanto más te martirizo más alto se eleva tu imaginación, más ideas se arremolinan en tu mente y más ganas de hacer y crear tienes.

La puerta del ascensor se abre con un sonoro "ding". Yo me marcho al trabajo pensando..

Encima de Lunes, tonto.

Un antiguo ritual

Los nervios y la impaciencia hacían temblar sus dedos y las llaves tintineaban al intentar abrir la puerta. Volvió el rostro y sonrió a modo de disculpa. Él, a su espalda, le devolvió una mirada cómplice.

Traspasaron el umbral, accediendo a un pequeño salón y sin previo aviso, sin mediar palabra alguna se enzarzaron en un abrazo salvaje. Sus bocas se buscaban con desespero y las manos de ambos se aferraban a cada botón, cada cremallera para dejar la piel desnuda.

Se habían conocido un par de horas antes en uno de tantos locales de moda en la zona norte de la ciudad. Una frase casual de él, una réplica ingeniosa por parte de ella y momentos después estaban coqueteando abiertamente. Una vez más tenía lugar el antiquísimo ritual. Una vez más se daba la emoción de la caza.

Ella lo guió hasta el  dormitorio sin dejar de besarlo. A su paso, y como un sensual rastro hasta la cama, iban quedando distintas prendas. Él la aferro por la cintura y la tendió sobre la cama, acercándose a ella con movimientos lentos, pausados, como los de un depredador.

Mordió suavemente su cuello unos instantes, haciéndola estremecer, y continuó la travesía por su cuerpo. Sus manos asían sus turgentes pechos para instantes después recorrerlos con su lengua. Bajó por su vientre recalando en el ombligo y al cabo estaba separándole las piernas suavemente para beber de ella.

Los jadeos comenzaron a aumentar de volumen y frecuencia hasta que de su boca entreabierta surgió un lamento profundo, casi gutural mientras que sus muslos temblaban y su vientre se sacudía con pequeñas convulsiones.

La azulada luz de la luna se filtraba por la ventana y bañaba la piel de ambos amantes. Ella, con el pelo revuelto, sonrió con la respiración aun acelerada y le hizo un gesto para que se acercara mientras que abría sus piernas nuevamente. Él, embriagado por el olor almizcleño e íntimo de la chica, sonrió casi con timidez ante tan explícita invitación.

La penetró lentamente, con suavidad y sus caderas se acompasaron en una danza rítmica, constante. Cada movimiento era acompañado por los gemidos de ambos amantes pero él se detuvo de pronto. Una corriente eléctrica recorrió su espalda y su piel parecía arder bajo la luz de luna. Intentó ignorar la lacerante sensación en la carne y enterró su cara en el cuello de la chica mientras que volvía a embestirla, esta vez con una cadencia salvaje.

Sus músculos se contraían frenéticamente y lo que antes eran jadeos comenzaron a dar pasos a gruñidos animales. Sus mandíbulas se abrían más y más para dar cabida a unos caninos que parecían crecer a cada segundo. La piel, reluciente de sudor, se cubría con un espeso pelo castaño. La cama crujía ante el repentino aumento de peso.

La chica ni siquiera gritó. Lo último que vieron sus ojos, desencajados de terror, fueron unas enormes fauces que desgarraban su cuello, hombros y cara. La noche se llenó entonces con los ladridos de los perros del vecindario y un terrible aullido, no del todo animal…no del todo humano, que anticipaba una nueva caza. Una vez más tenía lugar el antiquísimo ritual

sábado, 28 de mayo de 2011

Puertas que no se deben abrir

Poco a poco se fue sintiendo mas relajado…

El latido de su corazón volvía a su cadencia habitual, mientras su cuerpo no dejaba de transpirar, hasta hacer que la camisa de lino que llevaba se quedase pegada a su piel.

Sin saber porque, recordó a la oronda dependienta que insistía en que se llevase esa camisa… “refuerza su masculinidad”… también recordó la violenta sensación de sentirse acosado por aquella mujer de gracias parcas y sonrisa profusa. Un nudo en el estomago, la sensación casi de vértigo, contener levemente la respiración...

No.

Estaba mezclando recuerdos y realidad… era en ese momento, con la jeringa vacía ya de antídoto colgando de su brazo, cuando estaba notando un hueco bajo el pecho…

Le faltaba el aire... intentó ponerse de pie, pero le fallaron las rodillas. Un latigazo se extendió por su brazo hasta que comprendió que la aguja había rasgado todo lo que encontraba a su paso al golpear contra el suelo y quedar en un ángulo casi imposible... Intento respirar profundamente pero un pinchazo en el pecho impidió que se terminasen de llenar sus pulmones.

Empezaba a ver borroso, y supo que necesitaba más dosis de la que se había inoculado. Se arrastro como pudo hasta el la mesa y se intento poner en pie, aferrándose a la pata de la mesa como si fuese su única conexión con esta vida... tanteo con la mano mientras veía como la mancha que era su pecho se volvía roja poco a poco... seguramente se había partido la nariz al caer al suelo...

La negrura se apodero de la habitación, mientras golpeaba algo con la mano, sin ser capaz ya de articular los dedos.

Se dejo flotar hasta el suelo... de nuevo, sentía a su alrededor esa piel escamosa y húmeda, rozándolo apenas, demostrando que estaba allí.

Frío.

martes, 10 de mayo de 2011

Tierra perdida

Aquella pequeña lámina metálica había causado un gran revuelo y hoy por fin expongo mis resultados Doctor Martin Anders, escritor, erudito y eminencia al cargo del departamento.

“Fue encontrada en un yacimiento en Umm el-Qaab y no resultaría ni siquiera relevante de no ser por su datación, 4000 a.C. (cuando aún no se trabajaba el hierro) y unos grabados que reveló el examen con rayos X, por una cara se podían ver dos series numéricas (si, he dicho números) y por la otra la palabra “Lois”, y entre nosotros, cuando ni siquiera existía el cuneiforme, no creo los vaqueros estuviesen de moda.”

Triunfal, espero sus palabras mientras examina la pieza y revisa la documentación.

“Efectivamente, esto pone cabeza abajo todo lo que dabamos por sentado sobre la historia, dijo mientras lanzaba con desdén la pieza a la incineradora”