Bajo la lluvia de noviembre, fría y sobrecogedora, una sombra arrastra su maltrecha vida hacia la puerta del Kyuden.
Los guardianes apostados en la muralla, que durante horas hacían apuestas de si llegaría con vida o no, abren las puertas en silencio.
La niña del kimono, naranja y dorado en otro tiempo y ahora manchado de negro barro y de sangre, alza su pequeño cuerpo con la entereza de saberse en casa y se dirige altiva hacia los pies de su señor.
Allí de rodillas alarga la mano y le entrega lo que este pidió.
El aterrador jefe de la casa Yogo recoge el objeto se gira y se lo entrega a su karo, que a su vez le da algo a él.
Vuelve su atención a la niña y coloca en la bellísima cara de ojos dorados de la samuraiko, una mascara que la cubrirá para siempre.
Levanta Akodo Sakurame, ella no alza su vista y sigue postrada,
- ¿por qué obedeces?, pregunta el Señor Yogo.
- Por que no es a mi a quien habéis llamado, mi señor.
La maléfica risa del gran señor llena la oscura sala.
- Bien, mi pequeña escorpión, levanta Yogo Sakurame, bienvenida a casa.
En aquel momento algo en su alma renace y otra muere. Muere la vida que eligieron para ella. Pero algo en su interior vuelve a vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario