martes, 30 de agosto de 2011

Nigel


La luz dorada del amanecer se derramaba lentamente sobre el encalado pueblo, como miel sobre una rebanada de pan blanco. Las calles, que hasta hace poco estaban mudas, comenzaban a preñarse de sonidos, los sonidos de una nueva jornada desperezándose. Los sonidos de un nuevo día en “Oniria”, el reino de los sueños.

Nigel bebía lentamente, acodado en una vieja mesa de madera de uno de tantos balcones blancos que daban a la rugiente costa, mirando ceñudo el embravecido mar. Se llevaba el vaso a los labios metódicamente, paladeando cada sorbo. Al alcance de la mano había una botella medio vacía de “licor de mil lágrimas”, la bebida más amarga conocida.

Con cada sorbo del ambarino líquido sus ojos se sumían cada vez más en un pozo de triste anhelo, su respiración se hacía más lenta y su pulso se espaciaba, confiriéndole al solitario bebedor el aspecto de una vieja estatua.

A su espalda la plaza se llenaba de risas, gritos y gentío. Una escultural chica medio desnuda caminaba resuelta por el suelo empedrado, seguida de cerca por el joven adolescente que la había evocado en su temprano sueño. El mundo humano dormía con la llegada de la noche y Oniria despertaba, dando cita a soñadores y sueños.

Las blancas fachadas reflejaban el sol inundándolo todo de luz así que Nigel, con los ojos entornados, se caló el ajado sombrero negro de ala ancha y se puso unas lentes ahumadas redondas. El licor de mil lágrimas comenzaba a embriagarle y a lastrar su alma con tristes recuerdos; el estado perfecto para ir a cazar.

Se levantó de la silla de mimbre y su largo gabán aleteó dejando al descubierto entre sus pliegues una enorme espada; “Vigilia”.  Apuró de un trago su vaso, se ciñó el abrigo y comenzó a andar en dirección a las negras montañas que se recortaban al norte, donde moran aquellos sueños oscuros, opresivos y malvados. ¿Quién sería el desdichado que se cruzaría en su camino? ¿Quizá un hombre del saco, con su predilección por los niños pequeños?¿Un señor de los riscos que hacen caer a los soñadores desde espeluznantes alturas? ¿O quizá sería un pobre diablo como los ladrones de prendas, que hacen aparecer a sus víctimas desnudas ante la concurrencia? A Nigel le traía sin cuidado. Fuera el sueño que fuera, lo reduciría a jirones con su espada desterrándolo al olvido.

Las pesadillas también tienen sus propios terrores nocturnos, miedos moldeados con la forma de un hombre enjuto y enlutado que esgrime una letal hoja. Se dice que cuando Nigel sueña, las pesadillas tiemblan…ahora está en Oniria y viene a cazar.


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